No es confort. No es alivio ni infierno. No es paisaje ni aburrimiento. No es aberración, avaricia u odio. No es desolación. No es falta de moral. No es fórmula errónea. No es nada de lo que creemos que es, no es ninguno de esos adjetivos o nombres que le adjudicamos para creer que detectamos qué nos pasa. Es un millón de especulaciones, pero, a su vez, nada cierto. Pura incertidumbre.
El sentido no es sentido en verdad. La opinión, la sensación, el miedo así como el amor que albergamos, siempre fue subjetivo, relativo, y, sobre todo, rotativo sobre el eje de nuestras cosas, de nosotros mismos, mejor dicho. Una prioridad reemplazable por otra, un sueño que perdió color, un conjunto de principios a los que nos aferramos para dar un paso adelante o uno hacia atrás, una canción que nos impulsó a llorar, a recordar, a amar, a escribir o a bailar, una metáfora en nuestra vida, carencia de congruencia entre hechos, palabras y actitudes, una debilidad inmediata, desproporción entre nuestro amor propio y el amor que le tenemos o tuvimos a otra gente, minorías que nos quisieron o mayorías que nos odiaron, noches despiertos, atentos a la nada, al pensar, a la frustración. Inválidos o más movilizados que nunca, rozando el atardecer, o en cualquier momento del día...lo significativo, lo lamentable, lo obvio, lo ocurrente, lo coherente, lo desconocido, todas esas cosas no son más que verdades variables para cada uno, que mutan, que desaparecen, que se disuelven, que nos determinan en diferentes situaciones y hacen de nuestros actos, luego, un estilo de consecuencia.
Lo consecuente es libre de ser según nosotros y los elementos temporales que tenemos. Sólo eso.
.
domingo, 19 de julio de 2015
martes, 21 de abril de 2015
Procesos de la vida.
Cuando la ausencia de un cuerpo me hacía
sentir desnuda había datos que no podía olvidar…. como el color de pelo de
dicho cuerpo que no estaba a mi alrededor, o las canciones que escuchaba y que
me recomendaba, o un lugar crucial que lo representara en nombre de su
ausencia, o memorias guardadas en millones de formatos diferentes. Si la falta
se volvía punzante, si me pinchaba el centro de mi eje y escarbaba para revolver
mis entrañas y mi salud mental, ya no había mucho que hacer, porque en esas
ocasiones cedía, me desprendía del deseo de querer cambiarlo, de buscar el
motivo por el cual la transición se estuviera tornando violentamente
melancólica. Un instinto propio de mi persona me decía que había que dejar las
lágrimas ser, humedecer, atacar, alterar mi apariencia hasta dejar mi rostro
hecho un par de ojos destrozados.
En la simpleza de la soledad, me gustaba
encaminarme a la irreverencia si alguien más tenía ganas de opacar mi panorama
general, si quería disolver mis teorías o acotar sin haber pedido permiso
previamente. Y cuando hablo de mi panorama general en realidad no me refiero a
la tristeza debido a la ausencia, hablo, más bien, de aquellos que querían
estropearme más el día al juzgar aspectos de mí, al succionarme la energía, al
cuestionar mis deficiencias -que eran, también, causa del desazón que
transitaba-. En las noches de placer, de falta de lucidez, de risas disipadas y
otras extensas y elevadas, existía ese minuto de reencuentro con la vida del
presente, con lo que realmente me estaba sucediendo, con las penas que, aunque
parecía que quedaban estáticas y desamparadas en mis zonas de soledad,
continuaban pisándome los talones para hacerse notar. Ese momento de limbo,
entre la satisfacción espontánea y el golpe que iba de lleno hacia mi pecho, se
desvestía el sol, el sueño resultaba imperativo al igual que el silencio, y ahí
sí, ahí la sensación de estar parada en pleno mar abierto sin salvavidas
predominaba, me regresaba a las preguntas (las redundantes, las que suceden
después del abandono). El mundo era retazos, pedacitos que caían de un cielo
abierto lleno de mierda, que me pasaba por encima, que era superior a mí en
todos los sentidos (o por lo menos eso aparentaba). Hubiera sido mejor haber
gritado en esos momentos, porque la opresión era tremenda, pero todo se
conservaba en lo convencional y así sigue siendo, porque ninguno sale por ahí y
en el medio de sus situaciones cotidianas pela un grito desesperado. Nada
parece esclarecerse, y cuando vuelvo a
casa, sigo pendiendo de ese hilo fabricado por puro temor.
Ese
proceso de porquería que todos aborrecemos y catalogamos como ‘’un momento
oscuro’’ termina deshilachándose, como cualquier hilo. Después del tormento y
del pudor, de la debilidad absoluta, de cigarrillo tras cigarrillo (porque la
ansiedad me pulveriza), la gravedad me devuelve a mi suelo de cemento, y con
penas y risas, me quedo difuminando –como puedo- los restos de todo lo que me
perturbó de algún modo u otro.
lunes, 16 de marzo de 2015
Vuelvo a Paternal, mi barrio de pertenencia desde que tengo memoria. Aunque estar allá significa, en gran parte, recuerdos llenos de alegría o de aprendizaje, hoy me toca estar ahí para acompañar a una amiga. Una de esas tantas que estaban cerca de Daiana y que compartían momentos con ella, una de esas amigas suya a las que le contaba de sus situaciones más anecdóticas. Una mina cualquiera, con la que alguna noche me crucé y fuimos a bailar juntas. Una chica más del barrio...hermana, amiga, prima, hija, nieta o novia.
Para cuando ya estaba enterada de su desaparición, me desencajó el hecho de ver toda la entidad que se le estaba dando a su caso en los medios, no porque crea erróneo el hecho de difundir su desaparición, sino porque es como mal augurio: siempre que toman uno de los tantos casos que suceden por día o por semana y se viralizan completamente, el final termina siendo el peor, el más desgarrador. Pero por otro lado, ¿qué podía pensar? Al ser una chica conocida no podía dar lugar a la convicción de que no iba a aparecer con vida, porque para cuando se trata de una persona cercana, que te roza, que está ahí, que escuchás su nombre de vez en cuando, no ponés en el plano real la idea de que haya sufrido, de que termine como tantas otras pibas jóvenes, tirada al lado de una autopista, lejos de su casa, de su gente, casi enrrollada en una bolsa y sin signos vitales. Al ser inhumano, uno quiere creer que no pueden someter a Daiana - "la amiga de Vale"- a un final de mierda. Y sin embargo, la realidad golpea fuerte, más tajante y cruda que nunca: estoy en el colegio y a las pocas horas se confirma su muerte y, al rato, la posibilidad de violación.
¿Cómo mierda pasó? Es un lapso de tiempo tan corto...¿cómo nadie vió? ¿de qué manera se ocultó? Pero no importa cuántos interrogantes me hayan invadido a mí o a mis conocidos, porque el más importante quería justificar el hecho, aunque al final de cuentas, no hay por qué, no hay motivo, no hay racionalidad, sólo falta de humanidad, únicamente una mente sumamente retorcida que apuntó con el dedo a una chica al azar y justo le tocó a Daiana. Y ahí es que te parás a pensar y te quitás de encima varios prejuicios, o por lo menos, te recordás que gente saturada en mierda está ahí afuera, te ataca por cualquier lado, se viste de cualquier personaje, y, finalmente, te jode la vida. Te ultraja, te deshace, te viola, te falta el respeto, te agrede, te asesina y se toma la libertad de seguir con su vida, de parar con el auto, tirarla como yo tiro las bolsas de basura en la esquina de mi casa, y se va, se pierde. Ahí querés hacer más trasfondo, intentás entender la mente de un enfermo sin cura, aunque sabés que son intentos en vano, y te rescatás de que, para hombres así, sos objeto, desechable, fácil de usar, fácil de tirar.
Siguen existiendo seres con poco sentido común que mantienen la postura de que una chica que se viste de tal o cual forma se busca su propio final, que provocó a cualquier hombre y le dió el pase libre a violentar sus derechos y despojarla del mundo humano. Es carente de sentido, pero para muchos deficientes, sigue siendo una frase estática. Esa misma gente es la que naturaliza los "piropos" que te dicen en la calle, que siembra la costumbre de humillarte en cualquier vereda o transporte público, de hacerte pasar pánico porque no sabés qué loco te está diciendo barbaridades. Y después de tantas circunstancias similares, hasta vos, puteando al pajero que te habla desde el otro lado de la calle, te resignás. ¿Y así tiene que ser ahora también? ¿Muere una chica y hay que pensar que la resignación es un camino factible? No. No, no, no y no mil millones de veces más.
Hoy me tocó verlo de cerca, por eso escribo. Ahora me siento shockeada, y no es sólo la sensación de angustia por la empatía que siento hacia la familia y sus allegados, sino que resulta ser un poco más profundo, más movilizador. Me lo estoy tomando personal y eso me hace creer que no podemos generalizar tan superficialmente las culpas en este caso. No fue la ropa, fue un hijo de puta, uno de los tantos que hay por ahí. Fue falta de educación, irregularidades en su vida, como las hubo y las hay en las vidas de tantos forros. ¿Falta de atención? ¿Carencia de seguridad? Probablemente. Tal vez Daiana tampoco tuvo todo bien delimitado, pero verlo desde ese lado es mediocre, porque no creo que debería estarse atento a todos los retorcidos que andan por la calle y a los que estás expuesto, sino a educar lo suficientemente bien como para saber que esa cifra de enfermos se va a reducir, y yo, ni nadie, va a tener que fijarse cómo se viste antes de salir.
Hoy fui al barrio de nuevo y resulta que ahí me esperaba otro aprendizaje. No sé si fue aprender a manejarme en la calle, saber hasta qué punto andar sola por ahí, rechazar a desconocidos, informar a mi familia donde estoy siempre...o si es otra cosa. O quizás no es nada, porque todo eso ya lo sabía. Quizás no aprendí nada, quizás es sólo impotencia.
Para cuando ya estaba enterada de su desaparición, me desencajó el hecho de ver toda la entidad que se le estaba dando a su caso en los medios, no porque crea erróneo el hecho de difundir su desaparición, sino porque es como mal augurio: siempre que toman uno de los tantos casos que suceden por día o por semana y se viralizan completamente, el final termina siendo el peor, el más desgarrador. Pero por otro lado, ¿qué podía pensar? Al ser una chica conocida no podía dar lugar a la convicción de que no iba a aparecer con vida, porque para cuando se trata de una persona cercana, que te roza, que está ahí, que escuchás su nombre de vez en cuando, no ponés en el plano real la idea de que haya sufrido, de que termine como tantas otras pibas jóvenes, tirada al lado de una autopista, lejos de su casa, de su gente, casi enrrollada en una bolsa y sin signos vitales. Al ser inhumano, uno quiere creer que no pueden someter a Daiana - "la amiga de Vale"- a un final de mierda. Y sin embargo, la realidad golpea fuerte, más tajante y cruda que nunca: estoy en el colegio y a las pocas horas se confirma su muerte y, al rato, la posibilidad de violación.
¿Cómo mierda pasó? Es un lapso de tiempo tan corto...¿cómo nadie vió? ¿de qué manera se ocultó? Pero no importa cuántos interrogantes me hayan invadido a mí o a mis conocidos, porque el más importante quería justificar el hecho, aunque al final de cuentas, no hay por qué, no hay motivo, no hay racionalidad, sólo falta de humanidad, únicamente una mente sumamente retorcida que apuntó con el dedo a una chica al azar y justo le tocó a Daiana. Y ahí es que te parás a pensar y te quitás de encima varios prejuicios, o por lo menos, te recordás que gente saturada en mierda está ahí afuera, te ataca por cualquier lado, se viste de cualquier personaje, y, finalmente, te jode la vida. Te ultraja, te deshace, te viola, te falta el respeto, te agrede, te asesina y se toma la libertad de seguir con su vida, de parar con el auto, tirarla como yo tiro las bolsas de basura en la esquina de mi casa, y se va, se pierde. Ahí querés hacer más trasfondo, intentás entender la mente de un enfermo sin cura, aunque sabés que son intentos en vano, y te rescatás de que, para hombres así, sos objeto, desechable, fácil de usar, fácil de tirar.
Siguen existiendo seres con poco sentido común que mantienen la postura de que una chica que se viste de tal o cual forma se busca su propio final, que provocó a cualquier hombre y le dió el pase libre a violentar sus derechos y despojarla del mundo humano. Es carente de sentido, pero para muchos deficientes, sigue siendo una frase estática. Esa misma gente es la que naturaliza los "piropos" que te dicen en la calle, que siembra la costumbre de humillarte en cualquier vereda o transporte público, de hacerte pasar pánico porque no sabés qué loco te está diciendo barbaridades. Y después de tantas circunstancias similares, hasta vos, puteando al pajero que te habla desde el otro lado de la calle, te resignás. ¿Y así tiene que ser ahora también? ¿Muere una chica y hay que pensar que la resignación es un camino factible? No. No, no, no y no mil millones de veces más.
Hoy me tocó verlo de cerca, por eso escribo. Ahora me siento shockeada, y no es sólo la sensación de angustia por la empatía que siento hacia la familia y sus allegados, sino que resulta ser un poco más profundo, más movilizador. Me lo estoy tomando personal y eso me hace creer que no podemos generalizar tan superficialmente las culpas en este caso. No fue la ropa, fue un hijo de puta, uno de los tantos que hay por ahí. Fue falta de educación, irregularidades en su vida, como las hubo y las hay en las vidas de tantos forros. ¿Falta de atención? ¿Carencia de seguridad? Probablemente. Tal vez Daiana tampoco tuvo todo bien delimitado, pero verlo desde ese lado es mediocre, porque no creo que debería estarse atento a todos los retorcidos que andan por la calle y a los que estás expuesto, sino a educar lo suficientemente bien como para saber que esa cifra de enfermos se va a reducir, y yo, ni nadie, va a tener que fijarse cómo se viste antes de salir.
Hoy fui al barrio de nuevo y resulta que ahí me esperaba otro aprendizaje. No sé si fue aprender a manejarme en la calle, saber hasta qué punto andar sola por ahí, rechazar a desconocidos, informar a mi familia donde estoy siempre...o si es otra cosa. O quizás no es nada, porque todo eso ya lo sabía. Quizás no aprendí nada, quizás es sólo impotencia.
domingo, 1 de marzo de 2015
Si vagando estoy,
vagando entre lo indeciso y lo conciso,
de piso al entrepiso,
desde el final equívoco
desde el mejor de los inicios,
hasta el cielo más liso,
desembocando en las llanuras del techo o del precipicio.
Hablando sobre trivialidades,
vuelta, re-envuelta, perdiendo la cuenta,
ardiendo, no por el café, ni por el té de menta,
encerrada en una duda,
pero demasiado contenta,
erradicada en el tiempo de ayer
que me hizo estar atenta...
Perdiendo horas, restando mejoras,
mucha demora:
"¿qué quería? o ¿quién me adora?"
es que hablo del ahora,
o eso quería hacer,
porque el ahora es permanente
temporal fue el ayer.
O eso me hicieron creer...
vagando entre lo indeciso y lo conciso,
de piso al entrepiso,
desde el final equívoco
desde el mejor de los inicios,
hasta el cielo más liso,
desembocando en las llanuras del techo o del precipicio.
Hablando sobre trivialidades,
vuelta, re-envuelta, perdiendo la cuenta,
ardiendo, no por el café, ni por el té de menta,
encerrada en una duda,
pero demasiado contenta,
erradicada en el tiempo de ayer
que me hizo estar atenta...
Perdiendo horas, restando mejoras,
mucha demora:
"¿qué quería? o ¿quién me adora?"
es que hablo del ahora,
o eso quería hacer,
porque el ahora es permanente
temporal fue el ayer.
O eso me hicieron creer...
miércoles, 10 de diciembre de 2014
A las ruinas de épocas anteriores,
a los alaridos que no me dejan descansar,
a esos momentos que nunca bastan,
jamás son suficiente,
a mis uñas a medio pintar,
a las flores secas que se hallan en mi jardín,
insípidas, inmóviles, incoloras,
a las discusiones que han quedado sujetas
e inmersas en absoluta suspensión,
a las decepciones garantizadas,
quizás en mayor medida a algunos,
en menor a otras...
les podría dedicar mi voz
rellena de grietas, de pausas,
pero no lo haría,
ni les prestaría mi impotencia,
mi insomnio,
mi desequilibrio,
mi estúpida somnolencia,
porque son mis múltiples modos
de saber, de recordarme,
que el tacto de la vida me toca todos los días,
a toda hora, en cualquier espacio.
Y es preciado ese saber,
es preciado ser consciente de nuestras agonías,
de limitarlas y dejarlas surgir cuando es necesario,
y que nadie se las quede,
porque así como una lágrima de emoción
se apega a nuestras memorias,
las más dulces,
todas las penas fortalecerán.
a los alaridos que no me dejan descansar,
a esos momentos que nunca bastan,
jamás son suficiente,
a mis uñas a medio pintar,
a las flores secas que se hallan en mi jardín,
insípidas, inmóviles, incoloras,
a las discusiones que han quedado sujetas
e inmersas en absoluta suspensión,
a las decepciones garantizadas,
quizás en mayor medida a algunos,
en menor a otras...
les podría dedicar mi voz
rellena de grietas, de pausas,
pero no lo haría,
ni les prestaría mi impotencia,
mi insomnio,
mi desequilibrio,
mi estúpida somnolencia,
porque son mis múltiples modos
de saber, de recordarme,
que el tacto de la vida me toca todos los días,
a toda hora, en cualquier espacio.
Y es preciado ese saber,
es preciado ser consciente de nuestras agonías,
de limitarlas y dejarlas surgir cuando es necesario,
y que nadie se las quede,
porque así como una lágrima de emoción
se apega a nuestras memorias,
las más dulces,
todas las penas fortalecerán.
viernes, 14 de noviembre de 2014
Esto es escribir: no tener
idea de a dónde ir ni qué conclusiones sacar hasta después del próximo texto
que elabores. Es esperar a ver qué florece, qué tiene más urgencia de ser
dicho, dejar que te ahogue la cantidad de profundidad y énfasis que le querés
poner a cada palabra que te nace. Borrar, escribir, borrar, y así
sucesivamente. Inclusive es tener miedo a hacer de un determinado texto una
extensión de un problema inicial, porque al desarrollarlo te pueden brotar más
de dos lágrimas, y eso es sabido, pero un poco ignorado.
Y así estuve yo, así
estoy. Bastante succionada en realidad, un poco dejada de mis disfrutes propios
y de mis ganas de salir a caminar sola, de sacar fotos, de afirmar que voy a
salir con amigos y terminar haciéndolo. Me auto-despojé de varios aspectos
rutinarios que antes me pasaban más esporádicamente, sin asuntos previos y muy
sobre la hora y todo guiado por mis impulsos.
No sé qué es, yo
deduzco que una vejez precipitada, un cansancio que un día me surgió y que se
quedó para no desaparecer en todos estos meses. Realmente siento que el
cansancio me venció gran parte del año,
que la inercia de hacer lo mismo todos los días, o de estar tirada en la cama,
o de no encontrar suficiente creatividad en mis ideas me dejó un poco así, muy
bloqueada en una posición única.
Eso significó, por
desgracia, bombardeos verbales por todos lados,
porque muchas personas dan por sentadas las razones por las cuales el
otro hace, dice o le pasa determinado asunto. Sin embargo, hay tanta porquería
oculta dentro de uno que jamás conoce la luz, jamás se deja ver, puede
extinguirse sin que nadie, salvo vos y tu salud mental, se enteren. De igual
manera, consecuentemente sucedieron distanciamientos, lejanías, escasos
diálogos, y más más y mucho más aburrimiento a mis días.
Me sometí al
aburrimiento y a la inercia y así estoy, viviéndola, y dejando que se apile un
poco más de esto todos los días. Aunque tampoco me considero miserable, sino
que no me siento del todo yo. Supongo que es un prolongado bloqueo. O algo así.
lunes, 6 de octubre de 2014
Es lunes por la tarde. Un lunes envuelto en nubes confusas que tapan y destapan el sol muy a su antojo como consecuencia de la cadena de lluvias de este finde. Yo estoy cansada, como de costumbre, porque es lunes...y me tengo que volver a amoldar a los horarios.
Recibí una combinación muy catastrófica en este comienzo de la semana, y es que mi pelo no está muy lacio ni muy desenredado, mi cintura no tiene la medida que me gustaría, las ojeras invaden mi cara y la falta de ropa nueva afecta a mi lado más femenino. Este momento califica como uno de esos en el que mi aspecto podría ser borrado y reconstruído bajo mi consentimiento sin ningún problema, porque no tengo ni buenas piernas, ni voluntad para bajar de peso, ni la cara con los mejores rasgos y gran parte de la ropa no me calza como lo esperaría. Me siento una crota, despojada por mis propias prendas que una a una se van como deshaciendo. Tengo una urgencia muy de mina y eso me afecta en dos momentos cruciales y muy rutinarios: cuando me veo al espejo y cuando abro mi placard.
Recibí una combinación muy catastrófica en este comienzo de la semana, y es que mi pelo no está muy lacio ni muy desenredado, mi cintura no tiene la medida que me gustaría, las ojeras invaden mi cara y la falta de ropa nueva afecta a mi lado más femenino. Este momento califica como uno de esos en el que mi aspecto podría ser borrado y reconstruído bajo mi consentimiento sin ningún problema, porque no tengo ni buenas piernas, ni voluntad para bajar de peso, ni la cara con los mejores rasgos y gran parte de la ropa no me calza como lo esperaría. Me siento una crota, despojada por mis propias prendas que una a una se van como deshaciendo. Tengo una urgencia muy de mina y eso me afecta en dos momentos cruciales y muy rutinarios: cuando me veo al espejo y cuando abro mi placard.
Creo no estar muy de acuerdo con estereotipos de belleza, pero creo que crecí muy codeada de imágenes y condicionamientos...y prejudicios que yo misma adjudiqué como propios durante mucho tiempo. Hay un ideal de belleza que no termina de cerrar ni de ser logrado porque hay mucho que arreglar y pocos recursos para hacerlo. Es más, en determinados casos hay cosas que ni siquiera se pueden cambiar, sólo tapar, cubrir, disimular, y yo no me siento bien tapando nada, porque a todos y a todas nos gustaría tener el amor propio suficiente como para ponerse una remera corta, marcada o escotada y sentir que la calzan perfectamente. Muchos de nosotros nos sentiríamos mejor al ver que no se precisa de muchísima selección y de detallismo para sentirse plena o pleno al ponerse un jean.
Es lunes...está todo tan desprolijo como mi cara, mi pelo y mi cuerpo. Después de ver fotos en tumblr de pibas con un orto dimensionalmente hermoso, de tetas perfectamente firmes, de labios carnosos, de ropa que les queda pintada, no sé qué creer de mi propio ideal de belleza, ni de lo que quiero conseguir, ni por qué tendría que fastidiarme, sea a gran o pequeña escala, ver mujeres tan esbeltas y, al hacerlo, compararlas con mis desórdenes estéticos.
martes, 26 de agosto de 2014
...Lo que tiene de lindo conocer a alguien, es que a medida que las buenas charlas se intensifican y que uno le toma más el gusto a la personalidad de la persona, siente la rutina en general como algo un poco más dulce, más placentero, menos complejo de llevar.
Mi gran discusión con la vida siempre fue la constancia, la que ésta conlleva; las obligaciones, los horarios, las condiciones, los modos predeterminados. Debe ser por eso que cada vez que algo se sale de la línea de lo típico y me llena de una manera u otra, no puedo evitar aferrarme a esa sensación como si fuese una de las cosas más preciadas de todas.
Mi gran discusión con la vida siempre fue la constancia, la que ésta conlleva; las obligaciones, los horarios, las condiciones, los modos predeterminados. Debe ser por eso que cada vez que algo se sale de la línea de lo típico y me llena de una manera u otra, no puedo evitar aferrarme a esa sensación como si fuese una de las cosas más preciadas de todas.
lunes, 18 de agosto de 2014
Números.
No podría hacer historia, ni ser leyenda, sin importar la firmeza de mis pisadas ni la imposición de mi voz. No sé si seré cálida el día que alguien deje de llamarme fría, o si mi frialdad se define a partir de la gente que me rodea. Pensé en cuántos encendedores podría romper o perder en seis meses, en cuántos cafés intentaría ingerir para persistir con mis desvelos, en las cuentas pendientes que, de tanto en tanto, se instalarán en mi cabeza efímeramente... Y es que resulta que mi vida se convirtió en cálculos, restas, sumas, divisiones. Repartir de acá, repartir de allá. Nunca estoy segura de si existen números exactos, porque todo rota tan violentamente que lo que un día parecía sumar, al otro día termina restando de una medida considerable.
Tengo la ligera sensación de que preciso seguridad para lo que viene, que si pregunto, algo o alguien me debe otorgar respuestas inmediatas y precisas. Quiero escaparme de mi obsesión por los números, la precisión, la completa exactitud que me libera de hechos inoportunos o emociones descarriladas, pero es que en realidad, hasta el día de hoy, jamás pude definir cuánto da la igualdad de los hechos. E intento recapacitar sobre el descarte de posibilidades, pero sólo hay una posibilidad: número infinito. Tal vez me rindo al instante, o tal vez no, y recalculo hasta cansarme.
Pueden ser cuentas, intentos de cálculos combinados, o lo que sea, pero, contundentemente, son sólo pensamientos entrelazados dispersando preguntas de acá para allá, las cuales exigen respuestas que no sé darme.
Actualmente no diría que todos los aspectos de mi vida cuentan con resultados que son incógnita, pero se podría decir que hay tanto futuro, un prolongado mañana que incita la necesidad de calcular, unir piezas, y crear lógica para todo.
No podría hacer historia, ni ser leyenda, sin importar la firmeza de mis pisadas ni la imposición de mi voz. No sé si seré cálida el día que alguien deje de llamarme fría, o si mi frialdad se define a partir de la gente que me rodea. Pensé en cuántos encendedores podría romper o perder en seis meses, en cuántos cafés intentaría ingerir para persistir con mis desvelos, en las cuentas pendientes que, de tanto en tanto, se instalarán en mi cabeza efímeramente... Y es que resulta que mi vida se convirtió en cálculos, restas, sumas, divisiones. Repartir de acá, repartir de allá. Nunca estoy segura de si existen números exactos, porque todo rota tan violentamente que lo que un día parecía sumar, al otro día termina restando de una medida considerable.
Tengo la ligera sensación de que preciso seguridad para lo que viene, que si pregunto, algo o alguien me debe otorgar respuestas inmediatas y precisas. Quiero escaparme de mi obsesión por los números, la precisión, la completa exactitud que me libera de hechos inoportunos o emociones descarriladas, pero es que en realidad, hasta el día de hoy, jamás pude definir cuánto da la igualdad de los hechos. E intento recapacitar sobre el descarte de posibilidades, pero sólo hay una posibilidad: número infinito. Tal vez me rindo al instante, o tal vez no, y recalculo hasta cansarme.
Pueden ser cuentas, intentos de cálculos combinados, o lo que sea, pero, contundentemente, son sólo pensamientos entrelazados dispersando preguntas de acá para allá, las cuales exigen respuestas que no sé darme.
Actualmente no diría que todos los aspectos de mi vida cuentan con resultados que son incógnita, pero se podría decir que hay tanto futuro, un prolongado mañana que incita la necesidad de calcular, unir piezas, y crear lógica para todo.
jueves, 31 de julio de 2014
Retengo en mi mente mis incontables defectos, y aún sigo intentando corroborar qué otras fallas el mundo ve en mí que yo no logro notar con claridad. Sé que nunca llegué a reconocer todos mis malos hábitos, pero encontré, entre tanto enredo mental más de un soporte...cuatro soportes que, hoy por hoy, me resultan lo más sincero y dulce que hay. Es de ese grupo de amigas que resulta ser prioridad número uno durante cada viernes, ese que distiende mis disparatadas ideas y las posiciona en un lugar más racional, ese conjunto de gente con la que experimenté, con la que viví transiciones de la vida, ya sea por amor, por familia, por mambos personales. Se trata de algo más que algunos nombres, sino de los seres que, entre tantas amistades pasajeras, persisten semana a semana, a través de cada mensaje, cada fin de semana, cada espacio que nos dejamos libre para vernos, cada llamado, cada estupidez que estamos dispuestas a compartirnos las unas a las otras pero no al resto del mundo.
Estoy segura de que la fuerza del tiempo no derriba afectos, si éstos son consistentes, si son mutuos, si se corresponden, y nosotras, indudablemente, nos correspondemos como amigas. Confirmo esa certeza en cada ocasión en la que me acuerdo de cuántas horas hablé por teléfono con algunas, cuántas tonterías nos generaron ataques de risa, cuántos diálogos de reflexión hubieron en este lapso de tiempo, la urgencia con la que debíamos hacernos saber las cosas, los gritos de resentimiento que nos permitimos soltar en ocasiones, los intercambios de pensamientos que aparentaban ser eternos, los primeros cigarrillos que nos fumamos clandestinamente, las madrugadas en el balcón, el café, el truco, los juegos de mesa, el chinchón, los porros, las sopas, la vuelta a casa juntas, la manera de cambiarnos los puntos de vista. Puede ser más que eso lo que me haga entender día a día de qué se trata ésta persistencia con la que mantenemos lo que tenemos, y lo conservamos siempre que tenemos la oportunidad.
Todo lo que nos conforma como unión, es aquello que, si bien mutó, cambió, se intensificó, es una realidad y me gratifica que exista...siempre. Por eso hoy quise hablar de los seres que conforman mi rutina, gracias a las vueltas de la vida, y hacen de ésta algo más liviano, más llevadero, al igual que todos los dramas que se me interponen.
Gracias al tiempo que fue, el que vivimos juntas, el que seguirá, y espero, se prolongue.
Estoy segura de que la fuerza del tiempo no derriba afectos, si éstos son consistentes, si son mutuos, si se corresponden, y nosotras, indudablemente, nos correspondemos como amigas. Confirmo esa certeza en cada ocasión en la que me acuerdo de cuántas horas hablé por teléfono con algunas, cuántas tonterías nos generaron ataques de risa, cuántos diálogos de reflexión hubieron en este lapso de tiempo, la urgencia con la que debíamos hacernos saber las cosas, los gritos de resentimiento que nos permitimos soltar en ocasiones, los intercambios de pensamientos que aparentaban ser eternos, los primeros cigarrillos que nos fumamos clandestinamente, las madrugadas en el balcón, el café, el truco, los juegos de mesa, el chinchón, los porros, las sopas, la vuelta a casa juntas, la manera de cambiarnos los puntos de vista. Puede ser más que eso lo que me haga entender día a día de qué se trata ésta persistencia con la que mantenemos lo que tenemos, y lo conservamos siempre que tenemos la oportunidad.
Todo lo que nos conforma como unión, es aquello que, si bien mutó, cambió, se intensificó, es una realidad y me gratifica que exista...siempre. Por eso hoy quise hablar de los seres que conforman mi rutina, gracias a las vueltas de la vida, y hacen de ésta algo más liviano, más llevadero, al igual que todos los dramas que se me interponen.
Gracias al tiempo que fue, el que vivimos juntas, el que seguirá, y espero, se prolongue.
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