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lunes, 16 de marzo de 2015

 Vuelvo a Paternal, mi barrio de pertenencia desde que tengo memoria. Aunque estar allá significa, en gran parte, recuerdos llenos de alegría o de aprendizaje, hoy me toca estar ahí para acompañar a una amiga. Una de esas tantas que estaban cerca de Daiana y que compartían momentos con ella, una de esas amigas suya a las que le contaba de sus situaciones más anecdóticas. Una mina cualquiera, con la que alguna noche me crucé y fuimos a bailar juntas. Una chica más del barrio...hermana, amiga, prima, hija, nieta o novia.

 Para cuando ya estaba enterada de su desaparición, me desencajó el hecho de ver toda la entidad que se le estaba dando a su caso en los medios, no porque crea erróneo el hecho de difundir su desaparición, sino porque es como mal augurio: siempre que toman uno de los tantos casos que suceden por día o por semana y se viralizan completamente, el final termina siendo el peor, el más desgarrador. Pero por otro lado, ¿qué podía pensar? Al ser una chica conocida no podía dar lugar a la convicción de que no iba a aparecer con vida, porque para cuando se trata de una persona cercana, que te roza, que está ahí, que escuchás su nombre de vez en cuando, no ponés en el plano real la idea de que haya sufrido, de que termine como tantas otras pibas jóvenes, tirada al lado de una autopista, lejos de su casa, de su gente, casi enrrollada en una bolsa y sin signos vitales. Al ser inhumano, uno quiere creer que no pueden someter a Daiana - "la amiga de Vale"- a un final de mierda. Y sin embargo, la realidad golpea fuerte, más tajante y cruda que nunca: estoy en el colegio y a las pocas horas se confirma su muerte y, al rato, la posibilidad de violación.
  ¿Cómo mierda pasó? Es un lapso de tiempo tan corto...¿cómo nadie vió? ¿de qué manera se ocultó? Pero no importa cuántos interrogantes me hayan invadido a mí o a mis conocidos, porque el más importante quería justificar el hecho, aunque al final de cuentas, no hay por qué, no hay motivo, no hay racionalidad, sólo falta de humanidad, únicamente una mente sumamente retorcida que apuntó con el dedo a una chica al azar y justo le tocó a Daiana. Y ahí es que te parás a pensar y te quitás de encima varios prejuicios, o por lo menos, te recordás que gente saturada en mierda está ahí afuera, te ataca por cualquier lado, se viste de cualquier personaje, y, finalmente, te jode la vida. Te ultraja, te deshace, te viola, te falta el respeto, te agrede, te asesina y se toma la libertad de seguir con su vida, de parar con el auto, tirarla como yo tiro las bolsas de basura en la esquina de mi casa, y se va, se pierde. Ahí querés hacer más trasfondo, intentás entender la mente de un enfermo sin cura, aunque sabés que son intentos en vano, y te rescatás de que, para hombres así, sos objeto, desechable, fácil de usar, fácil de tirar.

 Siguen existiendo seres con poco sentido común que mantienen la postura de que una chica que se viste de tal o cual forma se busca su propio final, que provocó a cualquier hombre y le dió el pase libre a violentar  sus derechos y despojarla del mundo humano. Es carente de sentido, pero para muchos deficientes, sigue siendo una frase estática. Esa misma gente es la que naturaliza los "piropos" que te dicen en la calle, que siembra la costumbre de humillarte en cualquier vereda o transporte público, de hacerte pasar pánico porque no sabés qué loco te está diciendo barbaridades. Y después de tantas circunstancias similares, hasta vos, puteando al pajero que te habla desde el otro lado de la calle, te resignás. ¿Y así tiene que ser ahora también? ¿Muere una chica y hay que pensar que la resignación es un camino factible? No. No, no, no y no mil millones de veces más.
 Hoy me tocó verlo de cerca, por eso escribo. Ahora me siento shockeada, y no es sólo la sensación de angustia por la empatía que siento hacia la familia y sus allegados, sino que resulta ser un poco más profundo, más movilizador. Me lo estoy tomando personal y eso me hace creer que no podemos generalizar tan superficialmente las culpas en este caso. No fue la ropa, fue un hijo de puta, uno de los tantos que hay por ahí. Fue falta de educación, irregularidades en su vida, como las hubo y las hay en las vidas de tantos forros. ¿Falta de atención? ¿Carencia de seguridad? Probablemente. Tal vez Daiana tampoco tuvo todo bien delimitado, pero verlo desde ese lado es mediocre, porque no creo que debería estarse atento a todos los retorcidos que andan por la calle y a los que estás expuesto, sino a educar lo suficientemente bien como para saber que esa cifra de enfermos se va a reducir, y yo, ni nadie, va a tener que fijarse cómo se viste antes de salir.
 Hoy fui al barrio de nuevo y resulta que ahí me esperaba otro aprendizaje. No sé si fue aprender a manejarme en la calle, saber hasta qué punto andar sola por ahí, rechazar a desconocidos, informar a mi familia donde estoy siempre...o si es otra cosa. O quizás no es nada, porque todo eso ya lo sabía. Quizás no aprendí nada, quizás es sólo impotencia.

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Cansada de remar donde no hay agua.