Tengo que decirte que fuiste algo que quise desde un lugar que todavía intento descifrar.
Tengo que explicarte que ese lugar recóndito, inexplorado, un día me abrió en dos, me hizo cenizas y me reavivó para machucarme.
Tengo que decirte que eso se repitió todos los días, desde que intento saberte.
Tengo que contarte que mi adolescencia fue un temblor, y una réplica de ese temblor, y otra réplica de ese temblor, y otra más.
Que sí, fue de habladurías, de proliferación de palabras, de extenderme a mí misma para alcanzarte todos los días. Que intenté estirar mi alma, mi corazón, mi cerebro, hice experimentos para saber cómo manejar la materia dentro de mi cuerpo y esas reacciones químicas que sólo existen cuando te pienso. Las investigué tanto, que pensé que algún día, como un científico que se consagra, yo descubriría el tratamiento que erradique el desamor y todos los temores previos y posteriores a él.
Tracé líneas de tiempo, las intercalé con hipótesis y me anidé en mi infancia para buscar respuestas. Reordené mis gustos, mis debilidades, mis preferencias estéticas, o intenté reordenarlas y me estaticé en la misma elección. Y ahora repito esa elección todo el tiempo, esa que yo creía poder despojarla de mí.
Exhaustivamente, corrí hacia rincones oscuros y luminosos´: me combiné con el ruido, la distorsión e hice pasajes de lo insulso a lo extraordinario. Iluminé todo lo que creía que sólo estaba a disposición de la oscuridad.
Pero me rompo inmediatamente
siempre
porque hay hilos entre nosotros.
"¡Hay hilos entre nosotros!" grité ese día. Hilos que me definen mientras caliento la pava y pienso que la cantidad de agua que puse es poquita, y me lamento porque el té lo tomo sola.
Hilos que me corren a ese instante fugaz y violento, en el que pienso que será bueno dormir con tu recuerdo en mi cabeza, cuando estoy escuchando a cualquier persona.
Hilos que nos delimitan en algún espacio que sé, entiendo, que existe entre nosotros.
Hay hilos que se tensan cuando ambos degustamos lo que queremos, y nos emocionamos con una película, y escuchamos por segunda vez un tema que nos encanta.
Hilos que se ajustan a nuestra tempestad que no nos decimos, pero que un día vos la transformaste en arte como yo (seguramente).
Hilos, que como campanas diminutas, titilan y avisan que algo podríamos comunicarnos, pero que preferible es el suspenso de la incertidumbre que nos machuca la mente y la recicla logrando el resultado final de la inspiración.
Hilos que se deshilachan cuando nos ofuscamos con nosotros mismos.
Hilos que deberían brillar frente a nuestros ojos tan fuerte como sea posible, que nos deshaga las retinas y las reconstruya.
Hilos de los que podemos tironear para llamarnos
y decirnos
o para decirte
para que yo te diga
básicamente
que tengo que decirte muchas cosas.
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Cansada de remar donde no hay agua.