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miércoles, 14 de noviembre de 2018

Leerte irresuelto 

Yo te recordé cuando ví el pasto mojado
y lo olí y mis ojos se humedecieron.
Así resulté ser otro resto de hierba
desatado del futuro y amarrado a su raíz.

Yo te recordé una noche 
de un frío color gris
un gris nostálgico:
te ví en un cielo
intervenido por unas luces que se acercaban
me comían, me estaban por tragar
y un viento me corrió con una trompada.
Me dio vuelta 
como una puerta giratoria
como la cabeza de los buhos.
Volví a la posición inicial
pero esta vez estaba parada
sin que nada me impactase.
El cielo se calló:
de repente vos no radicabas en él.

(Todavía hago de cuenta 
que ahí hay ángulos que forman rincones
rincones que te contienen celosos).

Yo te ví en los círculos que formo
en la espuma sólida del té con la cucharita.
Un día junté toda la espuma
la reservé en un costado de la taza
la hundí en las profundidades del agua
y ahí sólo pudieron respirar
restos de tu voz:
algunos matices, 
ciertos graves, ciertos agudos, nada sólido.

Yo te sentí en el movimiento ligero
que hace mi hamaca paraguaya en el jardín.
Con ella el chirrido de un metal chocando con otro,
y ese chirrido abrazándome.
Suspendida
hasta que volví a mecerme
y todas las direcciones,
la velocidad, la intensidad 
volvió a depender de mí
y lo que tu recuerdo quería decir
viajaba a una velocidad menor
a la que se balanceaba la hamaca.

Yo te leí a través de una pantalla empañada:
las letras se difuminaron, 
inventaron una simbología nueva.
La quise descifrar, sentía que ahí
en la abstracción de un nuevo conocimiento,
yacías sin quererlo.
Pero todo se borroneó más;
no pude evitar respirar agitada
y mi respiración creó un velo
y ya no veía símbolos,
se veían letras, de nuevo mi alfabeto,
mis palabras, mis significados.
El vidrio empañado las fue disolviendo
y cayeron derretidas hacia un fondo que no 
conozco.

(Así fue como llegué a leerte irresuelto).

Yo te acabé inacabado,
cavé una tumba para vos
y una vez metido en ella,
no logré enterrarte
(no dejé de verte).
Yo te escribí en color blanco;
nadie descubrió cómo zumbías
en mi imaginación.
Yo te conocí desconocido,
firmando tu vida desde el anonimato.
Yo te abracé sin envolverte,
te callé cuando no hablabas
y te hablé cuando no estabas.

Sólo pienso que te tengo
en el pasto mojado
(en mí convertida en hierba)
en los rincones del cielo
(en mí golpeada por las luces)
en la espuma del té
(en mí moviendo la cuchara)
en el movimiento de la hamaca
(en mí meciéndome)
en la pantalla empañada
(en mí leyéndote irresuelto).

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Cansada de remar donde no hay agua.