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lunes, 7 de diciembre de 2015

Última oportunidad para convencerme de que escribir es lo que va conmigo aunque pierda el sentido de las palabras, aunque las deje caer, rompa los hilos conectores entre tantas ideas, aunque permita que exista el “a medias” hace tantos meses.  Éstas deberían ser las palabras claves para auto-convencerme de que no perdí las ganas y que la explicación que se mantiene en las profundidades de mi psiquis se tratan de un cortocircuito temporal, un apague que no pude dejar pasar, o, más bien, que dejé que pasara y me dí cuenta en el momento en el que, justamente, ya era demasiado tarde.
 Pero en este intento de argumentación no cuentan sólo la falta de inspiración: extraño mucho verme reflejada en este lugar, en mi único refugio concreto, mi único diván analítico, de las pocas zonas de confort que quedan incondicionalmente, aunque el mundo se pare, se destruya, se caiga o se oscurezca. Sí, extraño eso, pero, al mismo tiempo, extraño ser yo en su totalidad: reconocerme como la persona que siempre disfrutó tomarse un tren cercano, bajarse en cualquier estación y sacar fotos de cualquier cosa que le llamara la atención. La que no persuadía el insomnio, sino que contaba con él para abrirle la puerta a toda la creatividad que explotaba después de un día aburrido o largo. La que tenía a sus amigas en un pedestal porque sabía que eran lo más infalible para los dolores y para la erupción de risas, las que saldrían un domingo a la tarde, una noche de feriado, las que disfrutarían ir a la plaza a fumarse un porro tanto como yo. La que sentía que su viejo seguía estando todos los días, siempre, aunque las peleas fueran inevitables y tan difíciles de frenar. La que todavía le tenía fe a algunos componentes de su mente y sus capacidades. Esa misma que se daba el gusto de ignorar su seguridad arraigada a su género y las condiciones que se auto-impuso siempre, y encontraba placer en verse al espejo y sentirse linda (de vez en cuando, por lo menos). La que, desde que supo que podía inventar poemas, armó estrofas, un conjunto infinito de versos relacionados a todo lo que se le ocurriera. La que amaba y odiaba  el amor cuando escribía. Esa que siempre se permitió llorar aunque no siempre se lo contara al resto, porque sabía que tenía derecho a filtrar la mierda, desagotar. La que se animaba a escuchar canciones tristes, arrasadoras, porque sabía que la música era una cura para todas las heridas simbólicas, reales, emocionales, relevantes o intrascendentes, conscientes o inconscientes.
Es cierto que no es una última oportunidad, pero, por otra parte, el hecho de que me esté dando un ultimátum significaría impulsarme a saber el por qué de todas estas cosas que se comenzaron a declarar en peligro de extinción.  Todas esas que conformaban mi esencia, que le gustaban a la gente, que me gustaban a mí, que me satisfacían. Porque ya no sé cómo curarme la tristeza, la desesperación, las ganas de gritar manteniendo la boca sellada, la falta de inspiración, la falta de ganas. No sé como levantar de la tumba a mis mejores motivaciones…y eso sería el máximo y el más notorio signo de que me estoy manteniendo apagada, mientras me oxido.
Me vi todo el año perdiendo la razón de ser en muchos aspectos de mi vida, y, al unísono, la gente que sentía que me representaba se tornó en algo distinto. Tal vez ese pánico de hacer algo más me detenga, quizás soy demasiado vaga y disfruto las zonas cómodas porque noto que mi adolescencia tiene fecha de vencimiento  y la parte más irresponsable pasó hace un tiempo.  Sin embargo, paradójicamente, mis zonas de confort no son de tanto confort ahora y mis más importantes refugios se están clausurando. Pero no es sólo eso, sino es el hecho de asumir que la concepción de los factores más importantes de la vida cambian con los años y eso genera una rotación en nuestros universos propios, lo cual, a mi parecer, se traduce en distancia. Todas esas preguntas recurrentes ya no son las mismas:  parece como si las prioridades adoptaran una jerarquía diferente, como si desarrollaras un lado más torpe que el que desarrollaste en tu pubertad. Un lado inocente, asustadizo, con ganas de atolondrarte el cerebro con interrogantes y bloquearte.
 En esta aparente etapa de transición circulan muchas preocupaciones y el yo es lo que más asusta: qué soy capaz de hacer, qué hice mal, qué me perdí, por qué lo hice o por qué no, a dónde voy, cuándo empiezo, cómo pasó. Sí…al principio es el yo, después querés hacerte preguntas más profundas, rozando las existenciales y jugás a la filosofía aunque seguís inmerso en la misma incertidumbre hace rato.
 Es triste notarlo, pero uno se cierra de manera muy extrema a circunstancias y hechos que antes eran totalmente bienvenidos. Es inexplicable el desgano, los latidos fuertes, pero más inexacto es el silencio, que te arrastra y no te deja ser. Por eso, siempre me pregunto si la ruptura definitiva del silencio es la respuesta.
No sé.

                                                                                                                                                                     

7 comentarios:

  1. "Por eso, siempre me pregunto si la ruptura definitiva del silencio es la respuesta."
    Rompe el silencio y fijate malendra querida :) es hermoso lo que escribis, te lo digo desde mi yo escritora que sabe que es el momento y el lugar donde pones todo, todo de vos, inclusive lo que no te pones a vos misma. Espero que no sea la ultima vez.

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    1. Gracias Veri. Mi yo escritora te agradece mucho y ama tu forma de escribir también. No creo que pueda dejar esto aunque un día se me ocurriera hacerlo. Te quiero mucho <3

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. De verdad es hermoso lo que escribís y cómo lo escribís. Sos capaz de transmitir lo que te pasa y de hacer que yo, en lo personal, crea que siento un poco de lo que sentís.
    Nunca dejes de escribir. Ya sea acá o en un pedazo de hoja. Coincido completamente en que la música sana, pero la escritura también lo hace; la escritura hace bien.
    Arriba!
    Un beso grande.

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  3. Siento que todo lo que escribis pasa por mi cabeza y me reconozco!
    que bueno tu blog que me re colgue leyendote <3

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    1. me encanta que alguien me diga que se siente identificado, aunque no sea el texto más positivo del mundo jaja...gracias!! :)

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Cansada de remar donde no hay agua.