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domingo, 20 de octubre de 2013

 A decir verdad, este año no viene siendo precisamente el mejor de todos, pero siempre hay ciertos momentos que hacen que rescates ese año que te parece una re pija. Ya sea por una noche, por un lapso de tiempo no muy largo, por una semana importante, o por lo que sea, hay alguna que otra cosa por ahí que es más significativa de lo que el resto cree.
 A mí me pasa mucho de rescatar los buenos momentos más allá de que muchas cosas hayan resultado estropeadas por mucho tiempo. Se trate de una época o de un año, me gusta valorar todo lo que suceda. Una de las mejores situaciones en las que estuve fue en un recital. Bah, dos. El primero fue el de El Otro Yo, y el otro, sin dudas, el de Limp Bizkit.
 No sé bien por qué estoy escribiendo esto, debe ser porque hablar de una vivencia tan particular como la que te brinda un recital tan importante y esperado es algo que me incita a escribir al instante en el que repaso cada minuto de la noche. Y no es sólo por eso, sino porque la música en general siempre fue mi compañera en todo tipo de hechos. No soy la única que lo siente, pero no todos lo sienten así con Limp Bizkit.
 Ésta banda me brindo muchas cosas. No sé cuántas enseñanzas puede extraer uno de las canciones, pero si se trata de ellos, siempre tenés una frase que destacar. Lo importante de ésta banda no es sólo el poder que tienen encima a la hora de tocar, o que los sigo desde chica, sino que su tipo de música me parece única en el mundo. Jamás escuché (y dudo que llegue a escuchar) algo que sea exactamente así. Son tan significativos para mí, que me transportan a otra parte, me dejan la piel de gallina y puedo pasar horas cantando sus letras, desde las más agresivas, hasta las más sentimentales. Limp bizkit es un mundo de letras, y esa es una de las cosas que más me gustan.
 El punto es que el otro día volví a escucharlos en vivo. Tuve la increíble suerte de verlos el primero de agosto de dos mil once, y para colmo escucharlos desde el escenario mismo. Creo que desde ese día se me transformó la cabeza, porque sabía que amaba escucharlos, pero no entendí toda la potencia con la que cargaban y lo que llegaban a transmitir hasta que los escuché y sentí en vivo. Después, hace menos de una semana volvieron. Fue como un regalo, porque se presentaron un día después de que cumpliera 16. Y realmente, me quedé sin palabras. Hay muchas cosas que te dejan sin habla y sin poder terminar de expresar de forma concisa todo lo que te pasó, y el 1/08/11 y el 14/10/13 son los mejores ejemplos que encontré. Nada me hizo mejor, nada me llenó más de energía. Si bien las cosas no terminan de salir muy bien últimamente, el catorce de octubre estuve total y definitivamente en otra frecuencia. Me envolvió otra sensación que duró desde las nueve hasta las diez y media. Una hora y media increíble y complejamente perfecta como para explicar bien. No me puedo hacer entender, pero mi interior estuvo más que lleno, más que feliz, más que bien. Descargué mis penas y disfruté al público y los disfruté a ellos. Me rodeé de gente que sentía el mismo amor por LB y todos estuvimos conectados por el simple hecho de escucharlos. Cada melodía, ritmo o armonía que escuchábamos era para saltar, o para sonreír, para llorar, para bailar, o para lo que se te de la gana. Justamente es eso lo que te pasa cuando estás en un recital tan esperado: hacés lo que querés, lo vivís como te plazca y gritás hasta que las cuerdas vocales te piden piedad. Nadie podría juzgarte, ellos lo entienden y sienten lo mismo.
 Ir a un recitar es sinónimo de despojar todo lo malo y permitirte aprovechar minuto a minuto. No interesa qué tan despedazado esté todo allá afuera, ni qué tan complejas sean tus circunstancias, la vida ahí adentro parece mucho más divertida y libre. Si todos viviésemos con la misma alegría y euforia que tenemos durante los recitales, probablemente el estrés ni existiría. Debe ser por eso que le tengo un aprecio terrible a los shows, que los espero con ansias y que tengo que ir o ir, tengo que saber que voy a estar ahí para tener mi hora y media.
 Es especial, para cada uno es distinto. En mi caso, Limp Bizkit es tan parte de mí, tan constante, conforma todo lo positivo y me acompaña de un modo tan particular que tenerlos cerca es un milagro y un suceso demasiado importante. Si no escribía sobre ellos, me habría castigado a mí misma. Y ésta vez no se trata de nada melancólico, ni algo que me mantenga inquieta y descolocada. Esto es lo más hermoso de la vida.

2 comentarios:

  1. Keep rolling con la escritura!! aguante limp bizkit and the hot dog flowered wáter!! me colgaste con los escritos!! besos.

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  2. lo más piola de los recitales es que estás apretujada de gente que siente lo mismo que vos, cosa que no pasa muy seguido.
    besos, muy lindo como siempre!

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Cansada de remar donde no hay agua.