En un vaivén de palabras que se tergiversan como si nadie pudiese descifrar sus significados reales corren voces que marcan
la memoria y la cabeza con un frío golpe lleno de nada. Porque nada es lo que
tiene, porque nada es lo que hay, porque nada es lo que queda. Un hueco vacío
en uno de los espacios de su mente le hace creer que mucho de lo que en algún
momento pensó tener se esfumó como por arte de magia, y de la noche a la
mañana, en un golpe espontáneo, en unos fugaces minutos, la distorsión recorrió
sus días y los convirtió en algo más, otro motivo para sentirse miserable en
sus falsas sonrisas, sus palabras sin significado y sus silencios pausados. Al
pasar desvelos en noches con vicios innecesarios y una auto-represión que lo
obliga a tragarse sus complejidades, su aflicción, se hunde en su almohada con
la esperanza de reencontrarse con algún grato recuerdo que lo transporte a un
tiempo mejor. Si bien son escasas las esperanzas de obligarse a creer esa falsa
escena del pasado por unos minutos, se adentra en una ilusión que lo desubica
cronológicamente al comienzo. Empieza a sentir susurros en la espalda y
caricias en ella también. Algo le dice que ya no está en su cama inmerso en su
exagerada decadencia, algo le indica que se encuentra más allá. Ahora que toma consciencia la mente le juega una mala pasada de todas maneras, y empieza casi
a pensar que no es mentira el contacto de sus dedos en su nuca, que empiezan a
dibujar garabatos a lo largo del pelo y de la cabeza. Se relaja como si jamás
hubiese pasado nada, como si sus circunstancias actuales no fuesen alarmantes,
como si todo estuviese en una absoluta calma. En sus ojos cansados se ven señales de
agotamiento, de necesidad, de gritos, de que el tiempo le pasó por encima. En
la misma fantasía en la que ahora está sumergido, cierra los ojos, pretendiendo
dormirse con la dulce sensación de saber que hay alguien detrás suyo que lo
protege y que, finalmente, no lo va a lastimar. Reconstruye una resumida imagen
de la innumerable cantidad de pasos erróneos que ha dado en éstos últimos
tiempos, recuerda entonces una mañana en la que todo comenzó a caerse a pedazos
de una manera muy imprevista, e inoportunamente esa corta y ficticia sensación de
confort que lo abrazaba delicadamente se va corriendo y la desplaza lo que en
la actualidad estaba viviendo: los celos que le quemaban el cerebro, la
desesperación de una etapa que jamás se cierra en su vida, en una atadura
demasiado gruesa como para romper, un puñado de mentiras del cual nadie le advirtió,
la desaparición de muchas personas que parecían estar allí sin importar la
infinidad de problemas que él tuviera, su confianza traicionada, sus dramas
nocturnos y el amor, el amor que casi lo llegaba a matar, a despedazar. Él
también estaba cometiendo errores, sabía que no estaba tomando un buen camino.
Sus torpezas lo llevaron a cavar su propia fosa, y casi sin que se de cuenta,
ahí estaba de nuevo…despierto, mirando la oscuridad que se pegaba en su
habitación.
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Cansada de remar donde no hay agua.