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miércoles, 25 de agosto de 2010

Amor.

El amor llena, alegra, te saca esa sonrisa que creías perdida, te nutre, te esperanza. El amor hace a uno más fuerte y sensible. Llega el amor y ya no sos una piedra, ya no estás vacío. Sonreír es un placer y lo hacés con facilidad. Amanecer es despertar con ganas de vivir un día nuevo. Anochecer es soñar, corromper con los límites de la imaginación.
Y aunque no sea el mejor día tus ojos brillan igual. Aprendés a verle la cara al sol. Sos puro, sos transparente. Dejás en las manos del amor tu destino; aprendés a dejarte llevar. Ahí es cuando tus emociones mandan y no le rendís importancia a nada. Crecés como persona. Sos frágil; llena el amor y tendés a ser sensible. Tu vida dá un giro y las penas son desterradas de tu mente
Tu alma está en paz. Querer es maravilloso. Tu corazón no está perturbado por la falta de amor. La felicidad del otro es la tuya. Y ya no es un sacrificio ser y estar, es un placer y se sabe disfrutar.  Es una locura; y algo tan dulce que te sentís empalagado por dentro.
No es un milagro, es algo de todos los días.
Uno mismo sabe construír su camino, elige a quién querer, a quién desechar, pero no a quién amar.
Es inesperado. Va más allá de lo superficial, de tu pasado, de tus penas. Sobrepasa cada límite. Es una felicidad única que se te dá cada día en el que sentís amor.
Querés, vivís, podés, sos, sentís, esperás y extrañás.
El amor es un laberinto, una montaña rusa de emociones, una ruleta en cuanto a personas: no queda en vos quién es el ser amado.
Tu punto de vista cambia.
Todo eso se simplifica en una palabra: amor.
No hay tiempo, no hay momento, lugar, ni límite.
El amor es una cosa que vamos sobrellevando con el tiempo.
Uno se enamora del alma y del corazón, de la personalidad y de la mirada.
Hay tantos tipos de amor, hay tantas variedades, formas, que uno va experimentando y sintiendo con el tiempo.

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Cansada de remar donde no hay agua.