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jueves, 11 de marzo de 2010

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Millones de sensaciones atraviesan su alma. Sin poder ser reconfortada se escapa de aquella pequeña ciudad. Deja la abominación. Sólo lleva aquellas pocas cosas que cree realmente necesarias, y comienza a emprender su viaje, a cambiar su vida. No quiere darle una buena despedida al lugar donde sólo se dedico a llorar, a esperar para nada, a ilucionarse, a ser traicionada.
-"Cuando uno decide escaparse de aquella "pesadilla" no se preocupa en lo que deja y no deja, sólo se preocupa en su meta: encontrar un lugar mejor"-.
Comenzar un viaje sin rumbo es más sorpresivo que aquellas cosas que uno se puede encontrar en un viaje con rumbo: las cosas son más predecibles si sabemos a donde vamos.
Caminó, y caminó, hasta llegar a las afueras de la ciudad; se sentó en el pasto, agarró una flor, y comenzó a sacar cada pétalo de él, mientras que observaba como el Sol se escondía, como las nubes grises se juntaban para crear una gran tormenta. Ella sólo lloraba, no demostraba tenerle ni un poco de importancia a la tormenta que se estaba por largar, a la tierra que manchaba su ropa, simplemente no le importaba nada. Sólo miraba la ciudad mientras que se creaba un mar de lágrimas. En sus lágrimas se reflejaba el miedo, la tristeza, la angustia, el dolor. Se podía ver como sufría a través de sus lágrimas.
Luego de llorar y llorar, de lamentarse, y ver aquellos malos momentos pasar por su cabeza, se levantó, agarró su campera, y continuó caminando hasta la estación de tren, donde sólo se podía encontrar a dos personas: ella, y un anciano en una silla. Se sentó en el piso, y a continuación comenzó a llover. La tormenta era cada vez más fuerte, y la espera del tren era cada vez más larga.
Luego de una hora y unos 8 minutos de espera el tren llegó. Ella entró, miró al anciano, para ver qué haría, él sólo se quedó en la silla, mirando con ojos llenos de lágrimas. Se dispuso a entrar: no había nadie, ni un rastro de gente, nadie hablaba, ella era la única que hacía ruido.
La verdad es que no tenía idea de qué estaba haciendo, de a dónde estaba yendo, pero como dije antes: no le importaba.
Llegó a la parada final, salió de la estación fantasma, y sólo observó el paraíso, y se hizo prometer una cosa: nunca volver.

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Cansada de remar donde no hay agua.