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lunes, 17 de junio de 2013

Versos, contaminan
en tu casa, en la cocina.
Esparcidos, sin sentido,
recordando lo vivido.
Lo que viene, lo que creen,
sin pensar que a simple vista siempre mueren,
como almas se ilustran en las nubes,
enseñándome lo que nunca tuve.
La alegría y el llanto combinando circunstancias,
mirando el cielo con la mayor tolerancia,
esperaré que esas figuras sobresalgan del panorama,
y que así como aparecieron en tu cocina, se posen en mi cama.
Quizás reprochándole a una estrella falsa,
marginándome por mi propia desconfianza,
le ruegue una oportunidad para saborear lo insaboreable,
explicando aquel momento inestable.
De impaciencias ya supimos,
y habrá que recubrirnos,
con el sabor de lo impredecible,
y las palabras que no dijimos.
A veces no sé si está mal
hablar en plural,
confiar en que el sentimiento
se expande de una forma total.
Pasamos por similitudes,
sin pensar en las multitudes,
que nos quieren romper la cabeza,
haciéndonos bajar, cuando ellos suben.
Las horas pasan, veo como siguen su curso,
y controlo los disparadores de algún que otro impulso.
Acá no reposa mi calma absoluta,
sólo despido a los que ya
ni se inmutan.

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Cansada de remar donde no hay agua.