I'm not living, I'm just killing time.

Caminé enredada, aturdida. Es que el viento me susurró silenciosamente que las cosas cambian, que ya no vá a ser lo mismo de antes. Yo sólo dejé que mis lágrimas salgan de mi ojos. Me permití sentir nostalgia, melancolía. Me desesperé cuando me sentí ciega. Cuando la niebla me enceguecía y sentía que no tenía ninguna mano que me mantuviera en pie. Estaba impaciente por saber la hora en la que el tiempo arrastraría con él estas ganas de no olvidar, de seguir sintiendo, aunque del otro lado ya no sea lo mismo. Y ahí estaba, inestable, débil, frágil. Sintiendo que la caída era eterna y que sólo dependía de él para poder sentirme completa. Es que esa necesidad me atormentaba, me aturdía. Pero siempre entendí que más allá de que la tormenta traiga vientos fuertes, frío, cielos grises; más allá de que piense que él sol desapareció, que esta inestabilidad será eterna, en el fondo también supe entender que el sol no desaparece, se oculta. Entendí que existen tiempos difíciles, en los que me sentiré sola y desprotegida, pero siempre habrá gente cerca, que sepa darme su mano para poder levantarme. Entendí que la vida no es siempre como queremos exactamente. Y ahora sé que hay final para una etapa, un momento, una relación, pero la vida no terminó. Entonces aprendo a aceptar el vacío y convivir con él, esperanzada de que en algún futuro voy a poder sentirme llena de nuevo.

Queda una pequeña sonrisa en mi rostro, que a duras penas existe, pero lo hace igual.