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jueves, 24 de junio de 2010

 Después de dos semanas limpia de crisis, entré nuevamente. Cuando mis marcas se cicatrizaban, lo arruiné todo, como de costumbre. Y no pude evitar correr al baño cuando mi hermano me puteó. No pude evitar buscar como loca algo filoso en el baño. Encuentro una tijera, bastante grande. En cuanto la ví,  comencé a tener esperanzas de que esta vez me iba a sacar sangre. Entonces deslicé la filo violentamente en mis manos, llorando, con un lamento increíble, con un dolor que, sólo podía extirparmelo algo filoso. Pero nada, no salia sangre ¡Mierda! Entonces corrí a  buscar algo... y pensé "el cuchillo". Bien, voy a buscar el cuchillo, esperanzada, temblando. Esta vez no podía fallar, es decir, es un cuchillo, obviamente, me va a cortar. Entré al baño. Lloraba y sonreía a la vez, era una mecla demoniaca, horrible, pero, lo sentía, estaba felíz por que de una maldita vez iba a ver mi sangre. Entonces empecé, hice lo mismo que hice con la tijera, nada más que más esperanzada. Fuerte, con ganas, violentamente, llorando y temblando, con y sin miedo, todo a la vez. Nada, no pasó abolutamente nada. Mis brazos estaban perfctos, sólo tenían marcas antiguas esperando a cicatrizar, y una recién hechas. Sólo veía unas lineas un poco blancas y coloradas, pero no había señal de desangramiento. ¡Me quería morir! ¿Por qué? Acontinuación me quedé dura como una estatua, paralizada, bloqueada, las lágrimas caían como si fuera una tormenta eterna, imparable. Tenía el cuchillo en la mano izquierda, y la mano derecha "parada". Me miraba al espejo  y lloraba. Estaba roja, estaba zoombie. Entonces, después de un minuto de bloqueo total, tiro el cuchillo, y empiezo a maldecirme. "¿Por qué a mí? ¡ME ODIO! ¿Por qué me pasa esto? ¡ME ODIO! Me quiero ir, quiero desaparecer ¡Soy incapáz! No puedo, no puedo, no puedo, NO PUEDO". Y así, durante quince minutos, hablandole al espejo, hablandome a mí, hablando sola. Odiandome. Con el cuello todo mojado por las lágrimas, mi pelo pegoteado a mi cuerpo, yo roja, como un tomate, con los ojos mojados, rojos, con una cara de cansada increíble. Me dolía todo, me dolía la cabeza, me quedaba dormida. Estaba temblando, estaba cansada, estaba odiandome, maldiciendome. Repazaba esos momentos erróneos, y no paraba de derramar lágrimas como una enorme fuente de agua. Luego me tiré al piso, a llorar. Me senté, me paré, y así sucesivamente. Siempre me miraba al espejo, no paraba de decir que siempre me veía alguna imperfección. Todo era una porquería, todo era color negro, deprimente. Después dije "bueno, me tengo que ir, ya está". En un momento, estaba pensando en romper un vidrio y cortarme con eso, ya que eso si que era perfecto, y sacaba sangre fácilmente, pero no sería bueno. Mi familia sospecharía, y mis ganas... mis ganas eran escasas. Así que me levanté, me soné los mocos, y me fuí directo al balcón de la piesa de mi mamá. Ya cansada, y harta de mí y de esas situaciones, y esas crisis infernales, empecé a hablar con las pocas fuerzas que me quedaban "¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?" Temblé demasiado, entonces cerré la puerta del balcón, y del frío que tenía me fuí directo a la estufa. Me quedé cinco minutos, de nuevo maldiciendome, repazando momentos erróneos, llorando un poco, y escuchando a mi vecina de abajo cantabdo desafinadamente canciones horribles. Me acuerdo que lo último que hice fué decir "mi hermano no se dió cuenta de nada". Y me fuí caminando como zoombie hasta la piesa. Agarré mi cuaderno, y empecé a escribir. Y mi hermano, distraido, en su mundo virtual... nunca se avivó de nada, ni él, ni mi familia. Pero no los culpo, no tienen por qué. Es mejor que me dejen en paz, antes de que me lleven a un psiquiatra.

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Cansada de remar donde no hay agua.